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Riesgos tóxicos para el Sur Austral

Salvador Valdés P. Asesor Consejo del Salmón

Por: Salvador Valdés P. | Publicado: Miércoles 10 de mayo de 2023 a las 04:00 hrs.
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Salvador Valdés P.

La salmonicultura es más incidente para el Sur Austral que el cobre para Chile como un todo, o que el litio para Antofagasta. La reciente sobreproducción de una empresa no es masiva: a nivel de la industria, las toneladas de sobreproducción son inferiores a las de sub-producción, respecto a lo autorizado en las Resoluciones Ambientales.

En el mundo, la engorda de salmón económicamente viable es en fiordos y canales con temperaturas aptas. La oferta de esos sitios es limitada. Eso frena la oferta global de salmón cultivado. Un freno aún mayor son las grandes multinacionales ambientalistas, cuyas millonarias campañas de opinión indujeron a prohibir la salmonicultura en los canales de Alaska, Washington y Oregon, partes de Canadá (Discovery Islands en British Columbia) y Argentina (Tierra del Fuego).

“El ambientalismo internacional sube los precios del salmón; eso acelera el torrente de venture capital y adelanta la sustitución del Sur Austral. Hay mucho espacio para optimizar nuestras regulaciones, mejorando la sustentabilidad ambiental y al mismo tiempo elevando nuestra producción sostenible”.

La producción física de Los Lagos y Aysén está estancada (variación acumulativa en 2015-2021: 0,3%). En Magallanes la producción subió hasta 2020, pero fue inferior en 2021 y 2022. El empleo que esta cadena productiva da en el Sur Austral se atasca. Hasta hace poco, el frenazo chileno fue causado por trabas creadas por una regulación que busca impedir los contagios entre centros, pero sacrifica ajustes que beneficiarían al medio ambiente y al empleo a la vez. Desde 2020 multinacionales ambientalistas también desembarcan en Chile con campañas de opinión millonarias que difunden medias verdades. La nueva ronda de trabas aduce tesis ambientalistas.

Oliendo la oportunidad que esto abre al combinarse con una demanda global en aumento, los financistas globales de venture capital aportaron en la última década más de US$ 2.000 millones a emprendimientos tecnológicos. Uno engorda salmones en mar abierto frío, en jaulas resistentes al oleaje; otro lo hace en estanques construidos en tierra; el tercero elabora sustitutos de salmón desde vegetales.

El ambientalismo radical, junto al venture capital que apuesta a nuevas tecnologías, crean una espiral tóxica para el Sur Austral: el ambientalismo impone restricciones de oferta que elevan los precios globales. Eso atrae aún más venture capital. Cuando una nueva tecnología reduzca su costo medio por debajo del costo de engordar en fiordos y canales, muchísimos nuevos competidores entrarán a producir, porque el mar abierto y la tierra son recursos mucho más abundantes que los fiordos y canales.

Esos entrantes se ubicarán cerca del consumo –en el hemisferio norte- para evitar el costo de transporte que soporta el Sur Austral, sustituyéndolo. Se reeditarían en el Sur Austral los pueblos fantasmas que quedaron en el norte desde 1931, cuando Alemania y Francia desplazaron nuestro salitre con tarifas en favor del sintético. En un escenario intermedio, el costo marginal de largo plazo de la nueva tecnología quedaría algo sobre el costo de engordar en canales, más transporte.

El Sur Austral subsistiría apenas, con las alas cortadas. El ambientalismo internacional sube los precios; eso acelera el torrente de venture capital y adelanta la sustitución del Sur Austral.

La salida: hay mucho espacio para optimizar nuestras regulaciones, de modos que mejorarían la sustentabilidad ambiental y al mismo tiempo elevarían nuestra producción sostenible. Esto último evitaría precios globales altos y diluiría la amenaza de sustitución. El empleo florecería. Para fundar dicha optimización, faltan estudios de peso e invertir a largo plazo en ciencia. También se necesita evitar que el ambientalismo radical tome el control de la regulación chilena.

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